El cierzo rasga tus labios templados,
y mil brazos antiguos se alzan
hacia tí, en busca de consuelo.
Todavía encierra la piedra ese áspero sabor
que deja a su paso el miedo.
El miedo del hombre temeroso, que rodilla al suelo
pretende saber de Dios.
y mil brazos antiguos se alzan
hacia tí, en busca de consuelo.
Todavía encierra la piedra ese áspero sabor
que deja a su paso el miedo.
El miedo del hombre temeroso, que rodilla al suelo
pretende saber de Dios.
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